martes, 12 de octubre de 2010

12 de Octubre: Día de la Resistencia Indígena

La Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra (Cochabamba, Bolivia, abril 2010) fue toda una celebración y fiesta en honor a la Madre Naturaleza, donde asociaciones de indígenas y asociaciones civiles de todo el mundo, que luchan en favor de los derechos humanos, culturales y de la conservación del planeta, se dieron cita junto al líder indígena más amado y comprometido, de la historia actual: Evo Morales. El presidente de Bolivia, representa en estos momentos, la consagración de los pueblos indígenas y de su cultura. El pueblo boliviano disfruta de su momento histórico, de su victoria y de la restauración de su dignidad. Con Morales, se esta cumpliendo la justicia divina histórica hacia el pueblo boliviano por tanta historia cruel y salvaje, de dominio y opresión de manos del colonizador español. Con Evo, como presidente, el pueblo boliviano hace justicia y pasa factura, de lo que supuso y significó todo el proceso social, que la historia del hombre blanco llamó con los nombres de “La Conquista” y “Colonización de América”. Luego de siglos de dominación del hombre blanco, de imponer éste su cultura y educación, ahora en el siglo XXI, el hombre blanco está empezando a reconocer la sabiduría de aquellas culturas originarias que anteriormente dominó, explotó, masacró y casi exterminó. El materialismo y pragmatismo de las sociedades capitalistas, pareciera hacerse cada vez más insostenible. Es verdad que gracias al desarrollo de la ciencia y la tecnología, el ser humano ha sido capaz por ejemplo de llegar a la luna, de conectarse con millones de personas, a través del uso de Internet y de crear medicamentos y tratamientos para la cura de enfermedades; pero también son muchas las pérdidas humanas, los daños ecológicos y la contaminación que ha sufrido el planeta, en aras del progreso. Luego de la segunda guerra mundial, de los traumas sociales causados por los crímenes de guerra, por los horrores del fascismo, la sociedad occidental comenzó a darse cuenta que el progreso tecnológico y científico, era un arma de doble filo; dicho desarrollo podía generar gran bienestar, pero a su vez, también era responsable de graves daños y crímenes contra la humanidad. La revolución que lidera Evo Morales en su país, significaba el retorno a la Pachamama, a la restauración del dominio de la Madre Tierra, del equilibrio natural del ser humano como ser vivo unido a la madre naturaleza, donde todos éramos uno, y uno, éramos todos, donde cada ser humano se sentía libre y comprometido a la vez.

domingo, 6 de junio de 2010

La Exclusión Cultural y el Neoliberalismo:

"Parecían triquitraques de diciembre, aquellos estallidos que surcaban la Intercomunal de El Valle... El ejército venezolano, por primera vez en mucho tiempo, disparaba sus FAL, contra viviendas de los cerros caraqueños".

Fabricio Ojeda: “Beirut en Caracas”, El Nacional, Miércoles 1 de marzo de 1989, pág.D-6.


El 27 de febrero de 1989, es una de las más tristes y lamentables fechas de la historia contemporánea venezolana, donde centenares de ciudadanos venezolanos, perecieron en manos de Las Fuerzas Armadas Nacionales. Así, como el ejemplo del Caracazo, son muchos los casos de violaciones a los derechos humanos por parte de las mismas instituciones del Estado, que han ocurrido en el país, a lo largo del establecimiento de la “democracia”. El 27 de Febrero de 1989, también constituye un ejemplo y una consecuencia directa de la dualización de la ciudadanía (Torres, 2001). Al día siguiente de “El Caracazo”, de los disturbios y saqueos, que protagonizaron las comunidades más pobres de Caracas y del interior del país, mientras una parte de los caraqueños aguardaba en la tranquilidad de sus hogares, la otra parte, era asesinada, por las Fuerzas Armadas. La diferencia entre unos caraqueños y otros, fue que los más pobres se habían lanzado a las calles a protestar y saquear tiendas y supermercados, porque no pudieron resistir el aumento del pasaje de las líneas de transporte urbano, ni el alto coste de la vida, desde que el presidente de turno, Carlos Andrés Pérez, lanzara, el famoso “paquete de medidas económicas”, por sugerencia del Fondo Monetario Internacional. Esto es la terrible y lamentable consecuencia de un Estado que está totalmente subordinado a las exigencias del Mercado:

"Un único valor, el de la moneda, se convierte en el patrón de todos los aspectos de las relaciones humanas".

Sami Naïr (2004) El Imperio frente a la Diversidad del Mundo

La lucha social de los noventa, producto de la injusticia del capitalismo y de la ideología neoliberal, fue una lucha cruenta, salvaje, inspirada por el odio, la intolerancia y el menosprecio, fue también una lucha de tú a tú, de violenta directa, donde cada grupo social y cultural, desenmascaró sus intereses más mezquinos, cada cual tomo la justicia y la ley por su mano, ojo por ojo, diente por diente, el agravio fue cobrado con más agravio y más violencia. La ideología neoliberal hizo estragos en la comunidad internacional de entonces, debilitando valores como la solidaridad y la tolerancia. No es casual el surgimiento de grupos neonazis por toda Europa en esta década, como también el resurgimiento del racismo. El asesinato de la ciudadana Lucrecia Pérez, en 1992, marco un antes y un después, en la historia de la xenofobia o racismo en España. Mientras que en Latinoamérica, las principales víctimas del sistema neoliberal fueron los niños en situación de abandono y pobreza extrema de las favelas o barriadas pobres:

"-Eso fue en 1992, el muchacho tenía como 10 años y estaba atado a un árbol. La policía descubrió que lo mató un hombre apodado “El Chorizo” porque el niño no le entregó unas correas que se había robado en un local de Chacaíto. El menor y otros niños de la calle robaban para el “Chorizo” y estaban obligados a entregarlo todo a cambio de unas pocas monedas que recibían todas las noches. Si no lo hacían, les esperaba la muerte-." (Declaraciones de un periodista venezolano que cubrió por muchos años el área de sucesos)

Al igual que ocurrió a finales del siglo XIX con las víctimas de la revolución industrial, la sangre derramada por las víctimas del capitalismo, en la última década del siglo XX, fue ignorada por una sociedad postrada ante el altar del dios dinero, por un mundo que blandía en su cúspide un billete de dólar, símbolo del pretendido “triunfo” en el planeta, del modelo de vida consumista estadounidense, promovido culturalmente por los medios de comunicación y propagado a nivel estatal a través del Fondo Monetario Internacional.

El capitalismo practicado en la década de los noventa por las “democracias” neoliberales del mundo, no sólo hicieron más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, sino que éstos últimos fueron prácticamente invisibilizados por la hegemonía neoliberal. Esta situación de insostenible y desproporcionada opresión e injusticia, fue la detonante para otro quiebre y crisis del sistema capitalista. Los ciudadanos oprimidos de todo el mundo (las llamadas “minorías”), protestaban y reclamaban tanto por el reconocimiento de sus derechos más básicos y elementales (humanos, civiles, sociales), como por el cumplimiento efectivo de los mismos. Esta vez las “minorías” exigían gozar por completo, de forma real y directa, de los derechos y beneficios que como ciudadanos democráticos se merecían y les pertenecían. Sin embargo, la respuesta que el “Estado Democrático” le dio a éstos ciudadanos marginados y excluidos “por y del” mismo Estado “Democrático”, que demandaban por sus derechos humanos, sociales y culturales más elementales, fue la de más exclusión, más pobreza, más represión y más violencia. Esta el caso emblemático de los disturbios de Los Ángeles, provocados por el abuso policial (recorrió todo el planeta el vídeo de televisión donde se observaba a un policía blanco maltratar a un ciudadano negro), pero también la policía europea, la policía asiática y que podemos decir de nuestra policía latinoamericana y venezolana:

"-También, recuerdo un estudiante de cuarto año de bachillerato, de 17 años de edad, que mató la PM hace 14 años, en un confuso operativo en la avenida Baralt. El liceísta no era delincuente, fue confundido y murió injustamente-"(Declaraciones de un periodista venezolano que cubrió por muchos años el área de sucesos)

También en esta década, el fatalismo y pesimismo invadieron los discursos de algunos teóricos sociales, intelectuales y filósofos “posmodernistas” para los cuales vivir en democracia, se convertiría en una quimera inalcanzable, cuando no decretaban su rotundo fracaso o muerte (“el fin de la historia”, ¿De la historia burguesa?). Por casualidad (o no tan casual), los que apostaban tan poco por el sistema democrático y planteaban su inoperancia, eran los intelectuales del status quo que criticaban tanto la “universalidad” y totalidad del sistema democrático, como su reforma y transformación desde los particularismos más radicales. Parecían no encontrar ninguna solución en los bandos extremos del sistema, a lo que proponían su “particularismo radical universal”, es decir, la hegemonía de la cultura occidental tenía que sobrevivir a como dé lugar, aunque ya no fuese bajo un sistema tan democrático.

El Neoliberalismo en la última década del siglo XX, marca y establece no sólo las relaciones económicas sino también las políticas, sociales y culturales, es decir, organiza las relaciones humanas como tal, se introduce en el imaginario colectivo y participa de manera determinante en la elaboración del discurso hegemónico. Así, las personas excluidas del sistema capitalista y de la cultura neoliberal, o cualquier persona diferente o que difiera de la cultura del “status quo mercantilista e imperialista” es vista como el enemigo a vencer, dominar, explotar y si es preciso: eliminar. Y este proceso de dominación y eliminación del otro, ocurre en dos planos o realidades. Uno, en el plano formal o realidad concreta, por su situación de excluido y marginado social, que le pone en una posición muy desventajada que le limita y prácticamente incapacita para apropiarse de los derechos sociales como el derecho al trabajo o, a una vivienda digna:

"33% de los jóvenes tiene acceso al bachillerato. El restante vive sin sus necesidades básicas satisfechas y 43% de ellos no obtiene trabajo" (Dagnino, M. Vivir en el barrio: Cuando el futuro no significa nada. 24 de Marzo, sector La Bombilla, de Petare. El Universal, Domingo 11 de Febrero de 2001, Pág. 4-1.)

El otro plano, es el plano discursivo, el de la mirada y la opinión pública que se tiene de los excluidos. Aquí, entra en juego el papel de los medios de comunicación social, como principales constructores de los discursos públicos dominantes, o como vehículos o espacios utilizados por los sectores influyentes y las élites de la sociedad, para construir sus matrices de opinión. El otro, el excluido, el marginado, comienza a ser percibido, codificado e interpretado como una amenaza, como portador del mal, y empieza a ser culpabilizado de todos los problemas y congojas sociales, políticas y económicas. Encontraremos como en las matrices de opinión de los principales representantes de los grupos poderosos (como los empresarios, o los políticos) o instituciones elitistas (Universidades, Medios de Comunicación Social: Radio, Prensa y Televisión), se cuela el discurso discriminatorio, racista y sexista describiendo a los sectores pobres, de bajos recursos económicos y más desfavorecidos de la sociedad como “hordas salvajes”, “vándalos”, relacionándolos con la delincuencia y considerándolos como seres de “poca cultura” o de “cultura retrasada”. También es algo muy común en el lenguaje coloquial del venezolano, utilizar la expresión: -Tú lo que eres es un “resentido social”-, cuando una persona expresa o denuncia de manera pública y abierta que en algún momento de su vida (sino toda), ha sido víctima de la exclusión del Estado Social Venezolano. Con este argumento de “resentido social”, se busca individualizar el problema de la exclusión, para restarle importancia y valor. Así, el problema deja ser algo del interés general, del bien común y bienestar social, para convertirse en un asunto “tuyo”, en un problema de incapacidad personal, acusando y culpabilizando al individuo de esta manera, dejándolo sólo con toda la carga y toda la culpa, desentendiendo al resto de sus conciudadanos de toda corresponsabilidad social y moral:

"La tendencia a la generalización de esta concepción del vínculo social en el sistema – mundo imperial mercantil que algunos definen como “americanización del mundo”, va unida a una mutación cultural decisiva: la desaparición de las identidades sociales colectivas, la pérdida de la idea de futuro como creación solidaria de las colectividades. Reducido a la soledad individual, despojado de su condición de ciudadano, inmovilizado en su “origen”, disociado del resto de la humanidad debido a su insuperable /diferencia/, el individuo se ve destinado a tener una “identidad” impuesta desde el exterior" (Sami Naïr, 2004: El Imperio frente a la Diversidad del Mundo)


Cuando se individualiza el problema de la diferencia y la exclusión, es más fácil endemoniar y criminalizar al otro, y verle como el enemigo, para de esta forma, poder contar con el respaldo público y común del resto de la sociedad, en la tarea de utilizar todas las “armas legales”, para hacerle pagar por su supuesta culpa o crimen. Es decir, que el discurso público de criminalizar al otro, llega a convertirse entonces, no sólo en un discurso “políticamente correcto” y socialmente aceptable, sino en la matriz de opinión predominante. De este modo el otro se convierte entonces, en el “resentido social”, -la marginal esa-, el vándalo, el “ilegal” delincuente, la inmigrante prostituta, el inmigrante invasor, el incivilizado, el salvaje, el bárbaro, el radical violento, el extremista terrorista, en fin, en palabras del ex presidente de los Estados Unidos, George Bush: -El eje del mal-.

En el “Nuevo Orden Mundial”, el Capital y el Mercado se perfilaron y establecieron como estructuras de dominación socioeconómica, política, ideológica y cultural:

"La privatización de los servicios públicos, de la formación, la educación o la sanidad provocarán progresivamente la sumisión al mercado de todas las esferas de la vida humana" (Sami Naïr, 2004: El Imperio frente a la Diversidad del Mundo)


La palabra “usuario” se utiliza para definir a una persona que tiene acceso y consumo habitual a los bienes materiales, servicios y tecnologías públicas o privadas. Una persona indigente o un muy mal llamado “niño de la calle”, no pueden ser definidos de tal forma, pero sin embargo, son seres humanos dignos de nuestro respeto y, poseedores de unos derechos, intrínsecos a su persona. Porque el hecho de que se encuentren excluidos de la “cultura consumista”, no los excluye de su condición de seres humanos, ni de ciudadanos. Porque estas personas poseen un nombre, una identidad, parentesco, nacionalidad, historia de vida, religión, lenguaje, cultura y forma de comunicación propia, una determinada representación del mundo, que identifica y vincula a esta persona, con el resto de la sociedad. Pero el sistema capitalista y la ideología neoliberal, han tratado durante los últimos treinta años, de dinamitar el terreno cultural de los diferentes pueblos y países que conformamos la sociedad mundial, para también dinamitar y arrasar con lo que nos queda de nuestras diversas identidades, idiosincrasia y sentimiento nacional, es decir, acabar con todo lo que nos da unidad, fuerza y cohesión como pueblo o nación.

Durante el siglo XX, la educación, la Iglesia y los medios de comunicación masiva (cine, radio y televisión), fueron vehículos fundamentales para lograr la hegemonía del Estado Bienestar. Hoy día, en los “Estados Globalizados”, las Nuevas Tecnologías de la Información (Internet, Televisión Satelital, Televisión por cable(Cableras), Televisión Digital Terrestre, teléfonos celulares, dispositivos electrónicos móviles, etc.), junto con el Mercado, la Moda y la Publicidad, se están convirtiendo cada vez más, en los nuevos espacios de formación hegemónica, en los “nuevos moldeadores” de la personalidad de los sujetos y, creadores de ideologías, en fin, en los aparatos ideológicos (Althusser) del siglo XXI. Sin embargo, aunque el “hombre-masa” se “sienta” igual de “ciudadano” al momento de elegir la marca de su champú que participando en las elecciones presidenciales de su país, consideramos que el consumo no puede convertirse en un elemento condicionante del ejercicio de nuestra ciudadanía.

Un ciudadano demócrata, puede sentirse identificado con su condición de ciudadano por medio de la práctica del consumo, pero nunca debe hacer del consumo un valor que condicione dicha ciudadanía. Si hacemos de la práctica del consumo un equivalente del ejercicio de la ciudadanía o de la democracia, confundiendo nuestro papel de consumidores con el de ciudadanos, y entendemos que a mayor consumo, más y mejor democracia, estaríamos implícitamente afirmando que en los países con un mínimo índice de consumo, es decir, en los países pobres, existe un mínimo nivel de democracia. De hecho, estaríamos negando de plano, la existencia de la “ciudadanía” y de los “ciudadanos” en los países pobres. Si actuamos de acuerdo con esta “concepción consumista” de la ciudadanía, los países ricos no se cansaran de cometer crímenes y de violar y atropellar los derechos humanos en los países pobres, en nombre de la “libertad” y la “democracia”. Podemos considerar al consumo como un valor fundamental de identificación dentro de las “sociedades globalizadas”, sin embargo, no es lo mismo suponer que dicho valor, sea lo único que establece nuestra condición de ciudadanos, o que sólo a través de la práctica del consumo se pueda actuar o participar públicamente, de hecho, en las sociedades altamente consumistas, hay una mayor abstención política, desinterés y desconfianza por los asuntos públicos y por la política en general, es decir, hay una menor participación activa del pueblo.

Esta desconfianza, indiferencia y hasta menosprecio por todo lo público, y sobre todo por la política y los políticos (Carlos Raúl Hernández, 1998), la gran desilusión que representaban los partidos políticos, en fin, el sentimiento de desesperanza y el desinterés general de la población, por su devenir social (entendido éste como la realización de un proyecto en colectivo), fue interpretado y justificado por los intelectuales burgueses de los años noventa, como la forma de ser y de actuar “posmoderna”. Este modo de ser “posmoderno” de la gente, es decir, de la sociedad civil, fue oportunamente aprovechado por las empresas y los empresarios (empresas de Seguridad, de la Salud, Estética, Educación, Alimentación, Cultura, Entretenimiento, Artes y Espectáculos), y también por los medios de comunicación, sus propietarios y principales representantes (periodistas, locutores, comunicadores sociales, animadores, artistas, personajes televisivos o personalidades de la televisión), quiénes gracias al gran apoyo no sólo financiero sino a nivel de prestigio social, que recibieron a comienzos y a lo largo de esta década, terminaron por ser y constituirse, en los depositarios de la fe, del supuesto sujeto o “individuo posmoderno”:

"No fueron tanto las revoluciones sociales, ni el estudio de las culturas populares, ni la sensibilidad excepcional de algunos movimientos alternativos en la política y en el arte, como el crecimiento vertiginoso de las tecnologías audiovisuales de comunicación lo que volvió patente lo público y el ejercicio de la ciudadanía. Pero estos medios electrónicos que hicieron irrumpir a las masas populares en la esfera pública fueron desplazando el desempeño ciudadano hacia las prácticas del consumo".

Néstor García Canclini (1995) Consumidores y ciudadanos: Conflictos multiculturales de la globalización

Pero no sólo la persona consumista ha interpretado su “participación social” como la posibilidad de acceder al consumo y uso de bienes, servicios y tecnologías, sino que esta percepción mercantilista de la realidad, involucra una nueva manera de concebirse a sí mismo y a los otros que le rodean:

"No me cabe la menor duda de que el personaje de la película de Mike Leigh, excluido como está de toda la riqueza y diversidad cultural reservada a los que tienen dinero para consumir (en una escena reveladora, John, que ha tenido una buena educación y es un muchacho inteligente, aprovecha un descuido de alguien para robarle un par de libros) ha perdido el “sentido de la vida”. Pero lo que se ha desdibujado para John no es sólo el sentido de su vida, sino el rostro del otro, el rostro humano. No sólo se encuentra en un mundo donde toda idea de realización y felicidad se encuentra reservada para otros, sino que no puede formular una noción de felicidad personal articulada con sus semejantes" (Luz Marina Barreto. (1998). "La reflexión ética y la constitución de una cultura política orientada al entendimiento". Caracas, Espacios Unión: Encuentros Filosóficos hacia el tercer milenio)

Nos hemos convertido como diría Néstor García Canclini en “comunidades de consumidores”, donde toda manifestación del ser humano, hasta nuestras más íntimas emociones, son objeto de consumo (Manuel Kizer, 1999). Se consume todo: el afecto, el placer, el miedo, el sexo, el amor, el dolor… y por supuesto también nos “consumimos” los unos a los otros. Y este consumo se hace desde luego, a través de la apropiación de la imagen y de la identidad, del sujeto deseado. La cultura consumista que ha sido promovida y propagada gracias al gran poder ideológico que los medios de comunicación han ejercido sobre los habitantes de las sociedades altamente industrializadas o “globalizadas”, ha terminado por erosionar también el espacio público y político, transformando las relaciones sociales en general, las cuales se caracterizarán por el individualismo y la violencia.

"…desear cambiar y controlar a otro en beneficio propio no es un acto de amor sino de violencia" (Brenda Shoshanna)

En un mundo donde cada cual se preocupa sólo por su beneficio y bienestar individual, se genera una gran carga tanto de violencia pasiva como activa, porque estamos irrespetando y violentando constantemente al otro, utilizándolo sólo para el beneficio propio sin tomar en cuenta sus necesidades reales, de igual manera la otra persona también nos utiliza conforme a su deseo y voluntad. Esta recíproca “utilización” no nos conduce sino a la frustración y a la violencia, porque al no establecerse dentro de las relaciones personales y sociales, un acuerdo común, de valores e intereses, siempre una de las partes pierde, quedando excluida o a la voluntad y poder del otro, dejando de ser lo que es, o lo que quiere ser, para convertirse en la persona que quiere o le conviene al otro.

También el individualismo llevado al extremo o en su sentido negativo, genera una conducta violenta y destructiva, porque el individuo al sentirse sólo contra el mundo y contra todos, no puede concebir “al otro”, sino como una amenaza para su persona, es decir, como un enemigo. La persona individualista, concibe un mundo y una realidad, donde sólo hay cabida para él, y para las personas que complazcan, colmen y satisfagan sus aspiraciones y deseos personales; todo lo que rodea a la persona individualista queda subordinado a su control y voluntad, y todo hecho, objeto, persona o circunstancia que quede fuera de su control, o que altere y amenace “su mundo” queda automáticamente eliminado y descartado por dicha persona individualista. La ideología neoliberal ha programado y diseñado una realidad, donde sólo hay cabida para este tipo de personas, para seres humanos egoístas y violentos. La cultura individualista también produce seres humanos poco tolerantes, hecho que puede conducir a conductas racistas y xenofóbicas, como clasistas y excluyentes.

La violencia como la plantea el neoliberalismo, es en sí, un camino, una forma de ser y de actuar socialmente, con esto queremos decir que el neoliberalismo formaliza la violencia, la acepta y justifica. Entonces, para la ideología neoliberal, es “normal” que el Estado atropelle y acabe sistemáticamente con la vida de sus ciudadanos, es “normal” también, que los gobiernos y los presidentes se conviertan en asesinos, sometiendo a sus conciudadanos al hambre, la miseria, la inseguridad y la impunidad, vendiendo el Estado al mejor postor como ocurrió en Argentina bajo el gobierno de Carlos Menem, un gobierno que se caracterizó, por una sumisión total del país a las empresas transnacionales. O, haciendo la guerra a otros países porque simplemente nos da “la real” gana o por prestigio o interés económico, como fue el caso de la participación de España en la guerra contra Irak, durante la presidencia de José María Aznar, cuya actuación en dicha guerra, un diputado del Partido Nacionalista Vasco describiría como un -gesto calculado de menosprecio a la vida-.

Si de esta manera opera la “lógica del mercado” dentro de las mentes de nuestros principales “dirigentes” y representantes políticos en el escenario público y social mundial, ¿cómo afectará está interpretación mercantilista de la realidad, en la vida pública y privada de la gente común o ciudadano(a) de a pie?

"En el caso de la violencia contra las mujeres, estos mecanismos funcionan con toda claridad. Se trata de una violencia que ejercen hombres contra mujeres sobre las cuales consideran que tienen derechos, mujeres que han dejado el ‘buen camino’ de la disciplina doméstica y la obediencia conyugal, y que ‘han de ser’ castigadas. Los asesinos planean su acción, compran los elementos para llevarla a término, esperan que la víctima esté sola, retrasan en algunos casos meses o años el ataque y las agreden a veces sin una palabra, fríamente y sin ningún arranque de cólera (“sense cap rampell de còlera”, en catalán del texto original de Dolores Juliano, 2005: Les altres dones. La construcció de l'exclusió social. Els discursos que ens uniesen i ens separen)"

¿Qué ha pasado con la “cultura” y los valores humanos en el mundo, para que reine la pobreza, la exclusión, la injusticia e impunidad en los países más pobres, mientras cada día crece más el racismo, los crímenes de género, el maltrato a mujeres, adolescentes y niños, en los países más ricos? ¿Por qué la violencia invade nuestra cotidianidad: violencia en las calles (inseguridad social), en los hogares (violencia doméstica), en las escuelas (acoso escolar o bullying) o en el trabajo (acoso sexual y bullying)? ¿Hasta qué punto la “ciudadanía mundial” es consciente de sus derechos humanos, sociales y culturales? ¿Hasta qué punto es consciente también de principios como el pluralismo o la igualdad? ¿Qué ha pasado con valores como la tolerancia y la solidaridad, en la sociedad venezolana? ¿Qué ha pasado con los Derechos Culturales en la historia de la democracia en Venezuela, y del establecimiento del Estado Democrático?

Valores en Femenino:

Vivimos en un mundo de gran contraste y desigualdad social. Las mujeres latinoamericanas vivimos diariamente la injusticia de ser un colectivo históricamente marginado y oprimido. Sin embargo, esta misma situación de exclusión de la mujer latinoamericana, nos ha convertido en muchos casos en modelos de superación personal y de emancipación femenina, porque somos mujeres que a pesar de las dificultades hemos asumido un papel activo y protagónico dentro de nuestros núcleos familiares, al hacernos cargo de las responsabilidades económicas del hogar, lo que nos ha permitido sentirnos y sabernos útiles e importantes dentro de nuestros entornos más cercanos, creando redes de empatía y solidaridad femenina, sobre todo en la tarea muy valorada dentro de la cultura latinoamericana como es la crianza y la educación de los hijos, así, como también en la creación y generación de empleos para nuestro género, beneficiando de esta manera al colectivo próximo y a la comunidad en general.
Pero en todas partes del mundo, las mujeres estamos asumiendo retos y compromisos importantes, incidiendo en un cambio de paradigma del sujeto social de hoy día. Las mujeres, como agentes de cambio y transformación social. Y es, desde este poder como colectivo que se reconoce, valora, empatiza y solidariza, que las mujeres de todas partes del mundo podemos ir incidiendo y transformando a la sociedad, aportando un modo social de ser y de actuar, que tiene que ver mucho con nuestra naturaleza y condición femenina. Es decir, un modelo de sujeto social, mucho más comunicativo, conciliador, cooperante, solidario, abierto y plural.